La cultura del vino se nutre y, a veces, se esconde tras tecnicismos y palabras complejas, catas y sabios, paladares y mitos. Pero al final, un buen vino no se aprende. Por eso, un buen vino es como el primer amor. Sabes que has encontrado un tesoro porque, una vez lo has vivido, nunca lo olvidas.
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